Sunday, December 4, 2011

¡Enemas a mí! ¡Bah!


 
Años atrás, como resultado de fuertes dolores en el bajo vientre del lado izquierdo, mi doctor después de una minuciosa inspección y una multitud de preguntas sobre mis hábitos alimenticios, me envió a un MRI al Baptist Hospital de Kendall con la sospecha de divertícula. El resultado fué halagador ya que me calificaban mis órganos de muy buena calidad a pesar de ser un fumador pesado en aquella época, hasta la parte baja de mis pulmones (hasta allí llegaba el exámen) mostraba un buen estado. Contento llevo mis resultados al galeno, que me dice, "Bueno, ya hemos asegurdo de que no hay perforación o diverticulitis en el colón ahora vamos a hacer el enema de bario para ver tu intestino, este estudio es el concluyente para la divertícula pero no te lo podia hacer si había una perforación intestinal". Mas o menos esas fueron sus palabras pero el resultado fué el mismo, me mandó a hacer el mencionado exámen y me apunté creo en el hospital Palmeto.

 

Para empezar me dan una lista de medicamentos y procedimientos para su utilización, la idea era de limpiar mi intestino al máximo para que llegue a mi cita a las 7 de la mañana del siguiente día "livianito". Mi penar empezó a mediodía aproximadamente en donde tomé un primer laxante, pero no fué hasta las 6 u 7 de la noche cuando me tomé la solución definitiva que me postró por largos e interminables horas en el WC y sin ningún libro!

 

A la hora convenida, como es mi costumbre, me presento a tiempo para mi cita y después de llenar infinidad de papeles para el seguro y para que yo no pueda poner una demanda al hospital, me llevaron a un cuarto en donde me despojé de mis ropas y las puse en una bolsa de plástico junto con un libro que llevaba para prevenir los efectos adversos una larga espera y otras pertenencias como llaves, cartera, moneditas, cigarros, chicles... y como prenda me dieron una bata que yo pensaba que se cerraba por detrás ya que si la cerraba por delante era mas obscena la escena que hubiera presentado. Bueno, pues después de poner la parte que se abotona por detrás y lógicamente sin poder amarrar todos los estupidos lacitos ya que mis manos no tienen la habilidad para hacerlo y cubriéndome el derriere con la mentada bolsa, me atreví a salir a los pasillos que me llevaban al siguiente cuarto.

 

Allí me recibió una amable enfermera de algunos cincuenta y tantos años de carácter afable y tierna mirada que me recibió mis papeles. Los verifica y me indica que deje la bolsa en un rincón sobre una silla. Yo estoy reacio ya que es mi única fuente de confianza en mí mismo. Después de comprobar que no tenía otra opción, dejo a mi aliada y me apresto a entrar en un cuarto frío en donde había una mesa de acero inoxidable en el centro y una cabina con un vidrio grande que permitía observar el cuarto. De la cabina sale una mujerzota de aproximadamente 1.85 de estatura, rubia, robusta tirando a gorda, que mas que enfermera parecía una militar rusa pero sin charreteras, sin botas y sin su gorra. Todo lo demás era igual. Hasta la sonrisa socarrona parecía sacada de una película de James Bond en donde la rusa susodicha le iba a aplicar un malévolo tormento a su reo, en otras palabras a mí. Cohibido ante esta imágen, me pide y lo hago sin chistar que me acueste sobre la mesa metálica, no sabía que era mas fría, si la mesa o la mirada pétrea de la rusa. No podía decirlo ya que no me dejaba de ver y saborearse frotandose las manos con su sonrisa diabólica.

 

Como un muñeco de trapo adoptaba la postura que la enfermera me hacía que tomara, nada mas me ponía la mano sobre una parte del cuerpo y este cedía a sus demandas sin poner la mas mínima resistencia y yo titiritaba de frío (¿o de miedo?) en ese cuarto/mesa/mirada fría. Al terminar me doy cuenta de que quedé en la posición fetal yaciendo de lado. La rusa quedó a mis espaldas y me dice que me relaje pero sus palabras no me tranquilizan nada al verla pasar con una larga cánula y menos cuando siento que me pone una de sus manazas en mi cadera obligándome a exponer mi asterisco. Me aplica un lubricante y sin decir agua vá, de un golpe acaba con mis esperanzas de ir al cielo inmaculado! ¡Rájale!

 

Después comienza a introducir una solución de bario por la cánula, quien sabe cuantos litros pero el recipiente era grande. "No te muevas" me dijo la rusa y yo pues ni aunque quisiera no podía ahi me tenian en ese cuarto frío: empalado en posición y fetal y lleno de miedo. Yo trataba de recordar como empezaba el "Padre Nuestro" pero mi cerebro pensaba más que la situación física del momento que en el Padre Celestial. La rusa se metió al cuarto de observación y por un magnavoz, fingiendo una voz suave me da instrucciones de que me gire y descanse sobre el otro costado. Maldita zorra ¡empalado y girando! En ese momento tuve mucha simpatía por los pollos rostizados, lo bueno de ellos es que ellos no tienen que girarse... Mi primer intento fué fallido ya que la cánula no me permitió y me las tuve que ingeniar para no girar sobre ese lado. fué una hazaña de concentración y de habilidad y pude salir airoso en el segundo intento, ya me imagino a la sádica rusa chillando de frustración al ver que ni una lágrima brotó de mis ojos en esta operación. Otra vez me dice "no te muevas" y veo que entra un doctor que se pone a ver algo junto con la rusa. Después de largo tiempo se deja ver la matrioska en el cuarto y se encamina a mis espaldas y me libera de mi suplicio.

 

"¿Cómo te sientes? ¿Quieres que repose junto contigo y nos fumemos un cigarro?" Me dijo la descarada. Yo le contesté con un quejido: "Si me hubieras dado un besito al empezar no me hubieras agarrado tan en frío". "Ya te puedes levantar y ahí está el WC para que arrojes el bario excedente" Apuntó hacia un WC detrás de una cortina pero a la vista de todo mundo! Olvidando mi pudor del que no quedaba nada, me dirigí hacia el blanco artefacto pero no me podía concentrar ante el pase de todas la enfermeras. Llega la rusa después de unos minutos y con una mirada me recrimina de que todavía esté allí, ya que venía con la nueva víctima. En chinga, que quiere decir muy rápido, me levanto y me encamino hacia el anterior cuarto en donde me esperaba la enfermera de carácter afable y tierna mirada y el calor empieza a fluir en mi cuerpo. Con una afable sonrisa me recibe y me pregunta como me siento yo con la honestidad que me caracteriza le digo:"Muy mal ¡Esto fué un suplicio!". La enfermera sin quitar su bondadosa sonrisa me contesta: "No te preocupes, ¡al final todos vuelven por una segunda opinión!"
 


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